CÁRCELES PARA LA PAZ
(1ª parte:
Antecedentes)
“LA PAZ NACIONAL PASA POR
LA
SEGURIDAD CIUDADANAY
ÉSTAS POR LA
CONVIVENCIA CARCELARIA.”
Juan Guillermo Sepúlveda.
Por: Juan Guillermo Sepúlveda Arroyave[1]
Presentación
“Cárceles para la Paz”, está inscrito como proyecto de inversión en el
Departamento Nacional de Planeación -DNP- para la vigencia de 2015-2018, como aporte a la paz nacional. Se trata de un proyecto que pretende contribuir a la paz
nacional desde las cárceles de Colombia, aportando al mejoramiento de la
Administración de Justicia, a la humanización de las penas y a la
responsabilización de los privados de la libertad con la convivencia carcelaria
y la convivencia ciudadana en sus barrios, regiones o ciudades de donde
provienen. Todo ello, a su vez, posibilita el reconocimiento positivo de las
habilidades de los internos, en un diálogo incluyente y positivo entre cárcel y
ciudad.
En el entendido que la paz nacional, pasa por la seguridad
ciudadana y éstas, por la convivencia carcelaria, creemos que “Cárceles
para la Paz” es un gran aporte al momento del posconflicto que vive Colombia, pues
su trabajo apunta a la reconstrucción de la convivencia y la seguridad
ciudadana desde la Justicia Restaurativa, con el objeto de humanizar la Justicia
Retributiva (ordinaria) y darle permanencia a herramientas de la Justicia Transicional,
como el perdón, el diálogo y la reconciliación.
A continuación, presentamos los
antecedentes del proyecto, a la espera de que se invierta cada vez más esta
tendencia.
La ciudad de
Medellín sufrió una verdadera guerra urbana en las décadas los 80’s y los 90’s,
marcada primero por el narcoterrorismo del Cartel de Medellín y luego por las
guerras barriales que se dieron entre los “combos” que heredaron ese poder
criminal. En Medellín “Entre el primero de enero y el once de febrero del 2001,
fueron asesinadas 600 personas en la capital antioqueña y los diez municipios
que conforman el Valle de Aburrá, 14 al día, una cada 95 minutos y en el 87% de
los casos las muertes fueron ocasionadas con armas de fuego”.[2]
Esta terrible cifra duplica la registrada en Bogotá, con una superficie y una
población cuatro veces mayor.[3]
En 1991
hubo 6.349 homicidios en el área
Metropolitana de Medellín, correspondiente a 360,6 hpccmh.[4]
Esta cifra, que ya de por sí es elevada, se torna catastrófica cuando la
comparamos con las de otros conflicto bélicos. Por ejemplo:
“En
una guerra como la de Vietnam, los muertos del lado americano fueron 33 por
cada 100.000 habitantes, y en la Segunda Guerra Mundial la tasa de muertos en
combate fue para Estados Unidos de 300 por cada 100.000 habitantes. Estas
cifras de guerra no alcanzan a superar las de Medellín en años terribles como
en 1990, donde la tasa de homicidios fue de 358.8 asesinatos por cada 100.000
habitantes.[5]
El posconflicto
en Medellín, década de 1990
Con la muerte
de Pablo Escobar, el 2 de diciembre de 1993, termina la era nefasta del
“narcoterrorismo” (mas no del narcotráfico) en la ciudad y en Colombia. Para
ese entonces, en Medellín y su Área Metropolitana se enfrentaban 500 bandas,
compuestas por diez mil (10.000) jóvenes, por el dominio territorial. Así fue
como nacieron las tristemente famosas “fronteras invisibles”[6],
que para entonces ya presagiaban un nuevo desangre de la ciudad. A su vez, todo
el conflicto estuvo cruzado por una “cultura narco”[7]
representada en el dinero fácil en la creencia de que “el fin justifica los
medios” y en expresiones populares como
“pa’ las que sea”, que en las calles se convirtió en todo un grito de guerra.
Ante el estado
de “posguerra” al que se enfrentaba Medellín y su Área Metropolitana, los
mandatarios locales acudieron al gobierno nacional para que permitiría
adelantar un proceso de paz con los jóvenes de bandas que demostraban “voluntad de paz”, con el objeto de parar la guerra barrial y trabajar en una Cultura de Paz que permitiera superar la
estigmatización y la reacción social negativa de los jóvenes y comunas de la
ciudad. El proyecto tenía como fin recuperar en los “combos” al 80% de sus integrantes
que no tenían problemas judiciales, pero que estaban al “margen del Estado”, pues éste no les ofrecía oportunidades en educación,
salud y trabajo, sino, el estigma de “sicarios”, por el solo hecho de ser
jóvenes pobres y vivir en barrios populares.
Luego de
exponer el proyecto ante el gobierno central, sorpresivamente obtuvimos una
respuesta negativa, pues dichas autoridades argumentaban que los procesos de
paz solo se empleaban para atender conflictos armados y que Medellín “no sufría
un conflicto armado”.
Pero sin
analizamos la definición de conflicto armado que ofrece la Escuela de Cultura Paz
(ECP) de Cataluña y la comparamos con la situación de Medellín de aquellos años
veremos que sus cifras de muertos superaban los estándares requeridos para que
a un contexto de violencia se lo denomine y se le dé el tratamiento como
conflicto armado. Según la ECP se denomina conflicto armado al:
“enfrentamiento protagonizado por
grupos de diversa índole, tales como fuerzas militares regulares o irregulares;
guerrillas, grupos armados de oposición, grupos paramilitares o comunidades
étnicas o religiosas que, usando armas u otros medios de destrucción, provocan
más de 100 muertos al año”.[8]
Lo cierto es
que en la década de los noventas Medellín, con sus más de 300 muertos al año,
superaba con creces la definición de “conflicto
armado”
Frente
a la negativa nacional empezamos a trabajar desde la Asesoría de Paz y
Convivencia –APC-[9] para buscar salidas
pacíficas a la guerra urbana que se avecinaba. La APC tenía como finalidad
“reconocer los diferentes conflictos que enfrentan de manera violenta la
comunidad e intervenir en ellos como facilitadores y/o mediadores, formulando
estrategias que permitan la convivencia ciudadana para el fortalecimiento del
Estado Social de Derecho”. Con base en ello y en el entendido que “en Medellín es más fácil pactar la vida
que negociar la paz”[10],
se crearon los “Pactos de Convivencia”
(PC), que adoptaron la forma de mecanismos incluyentes y locales para resolver
pacíficamente los conflictos proveniente de los 10.000 jóvenes que integraban
las 500 bandas armadas de la ciudad.
Los Pactos de
Convivencia (PC), que poco a poco se fueron convirtiendo en un desactivador de
las guerras en la ciudad, también sufrieron grandes tropiezos por la detención
de jóvenes líderes con voluntad de paz que tenían problemas judiciales, y a los
cuales aún no se les había formulado una propuesta de sometimiento o entrega
acorde con su aporte a la paz. Muchos de estos líderes fueron recluidos en la
cárcel de Bellavista. Al trabajar con ellos, la Asesoría de Paz y Convivencia quiso
dar respuesta a una pregunta que aún hoy sigue vigente: ¿Pueden las personas sindicadas o condenadas por delitos comunes, que
se encuentran detenidas, incidir en la paz urbana?
Para asumir tal
desafío, se crea el proyecto “CÁRCELES PARA LA PAZ”, que coordinó la Asesoría
de Paz y Convivencia de la Alcaldía de Medellín y contó con el apoyo de la
Alcaldía de Bello, el Instituto Nacional penitenciario y Carcelario (INPEC), la
Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia (CCMA), la Arquidiócesis de
Medellín, y fue liderado, desde el interior del penal, por un grupo de internos
sindicados o condenados por delitos comunes.
Repercusión de “Cárceles para la Paz”
en medios de comunicación
Los medios de comunicación registraron los resultados del
proyecto de “Cárceles para la Paz” en el penal de Bellavista de la ciudad de Medellín
en la década de los noventas de la siguiente manera:
Revista Semana - Mayo 9 de 2000. “Paz de verdad”. “Las bandas
que sembraron el terror en la década de los 90 en Medellín adelantaron un
ejemplar proceso de reconciliación que ha logrado disminuir la criminalidad en
la capital paisa”. “Los barrios marginales de Medellín vivieron en la década de
los 90 una época de terror que dejó más de 60.000 muertos. Desde que se inició
el proceso de reconciliación esas estadísticas de muerte se han reducido en una
tercera parte.”
El Mundo, sección «La Metro», Medellín, 22 de
mayo de 1999. «El Parlamento Latinoamericano elogia el
afán de paz de los reclusos”. «Bellavista,
ejemplo en América». «Luego de visitar los presidios de ocho países de América
Latina, la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Latinoamericano se llevó
una gran impresión de la cárcel Bellavista de Medellín, sobre todo por el
proceso de paz y los altos niveles de participación que tienen los reclusos en
la toma de decisiones. [...]»..
A su vez, en periódico El Colombiano de Medellín, el 29 de septiembre de 1998, el abogado
y humanista Dr. Hernando Londoño Jiménez, publicó un artículo titulado «Paz en las prisiones»,
en donde
formuló un llamado que, dieciocho años después, aún tiene toda la vigencia:
“Yo también quiero convocar a la
sociedad civil para que nos ayude a hacer un proceso de paz con la población
carcelaria, un proceso en el sentido de que en este país no habrá paz sino hay
paz en la cárcel, pues allá hay un ejército de gente a la que no se le puede
dar la espalda.”
A nivel internacional, el experto en Justicia
Restaurativa en cárceles Van Ness en el 2005, habla de la experiencia de la Cárcel
de Bellavista, se puede encontrar en el artículo de Jorge Ollero Perán, en su
artículo “Menos prisión, más justicia restaurativa: estableciendo las
prioridades en el debate”[11].
Ollero hace referencia a que Ness ordena los proyectos de Justicia Restaurativa
en prisión según sus objetivos, entre los que se encuentras experiencias de
muchos países, como en Hamburgo, Alemania: el programa “Concentrarse en las
víctimas”; en Bélgica: “Reparación del daño; en Tejas, Camboya, Zimbaue y
Canadá.: la “Mediación con víctimas, internos, internas, sus familias y la
comunidad”; en Brasil: la “Prisión Virtuosa” o las prisiones brasileñas “APAC”;
y finalmente Ness cita la experiencia de Medellín, Colombia: “Resolución pacífica de conflictos en prisión:
incluyendo la experiencia de Medellín,
donde los jefes de las bandas
criminales son entrenados como mediadores.” [12]
Una nueva
etapa
El Ministerio de Justicia y del Derecho y el Instituto Nacional
Penitenciario y Carcelario –INPEC-, en la actualidad han retomado el proyecto
de “Cárceles para la Paz”, con recursos y contratos interadministrativos para
apoyarlo. El INPEC le
reservó la portada de su revista oficial del mes de Junio de 2015 a la
promoción del proyecto. El Ministerio lo incluyó en el proyecto “JUSTICIA PARA
LA RECONCILIACIÓN”[13],
como “Implementación de la figura del mediador de conflictos en las cárceles:
Cárceles para la paz”.
A su vez, en el
Departamento Nacional Planeación (DNP),
“Cárceles para la Paz” fue inscrito
como proyecto de inversión y aporte a la
paz, para la vigencia de 2015-2018.
No
obstante, creemos que los esfuerzos que se están haciendo desde el Ministerio
de Justicia y del Derecho y el INPEC, son precarios e insuficientes de cara a
la importancia del tema y al momento histórico que vive el país, por ello se
pide que sea incluido en las iniciativas que tiene la Alta Consejería para el
Posconflicto y los Derechos Humanos para atender el posconflicto, con el apoyo
del DNP; y desde el Ministerio de Justicia y del Derecho, Cárceles para la Paz
se debe convertir en una política pública penitenciaria nacional, que garantice
su permanencia y continuidad en las cárceles de Colombia.
En el próximo articulo se hará la
propuesta de Cárceles para la Paz, desde la Justicia Restaurativa, para atender
el posconflicto que nos permita consolidar una paz nacional.
[1] Juan Guillermo Sepúlveda A, es el
Director Nacional de la ASOCIACIÓN COLOMBIANA DE JUSTICIA RESTAURATIVA –ACJR- y
Reconocido
por la Organización de Estados Americanos -OEA- como Experto en Medidas de
Fomento de la Confianza y la Seguridad. juanguillermo.sepulveda@gmail.com
[2] El Colombiano, Medellín, Jueves 15 de Febrero de 2001.
[3] El Colombiano, Medellín, Jueves 15 de Febrero de 200. Gil Ramírez, Max
Yuri. Medellín 1993-2013: Una ciudad que no logra encontrar el camino para
salir definitivamente del laberinto. Washington, D.C. Octubre de 2013 http://www.wilsoncenter.org/sites/default/files/Gil%20Ramirez%20-%20Colombia%20-%20Paper_1.pdf
[4] Gil Ramírez, Max Yuri. Medellín 1993-2013: Una ciudad que no logra
encontrar el camino para salir definitivamente del laberinto. Washington, D.C.
Octubre de 2013 http://www.wilsoncenter.org/sites/default/files/Gil%20Ramirez%20-%20Colombia%20-%20Paper_1.pdf
[5] Ibídem.
[8] Alerta 2004. Informe sobre conflictos, derechos humanos y construcción
de paz. Ecp escola de cultura de pau, Icari, editorial, enero 2004, Pág. 17
[10] Frase
acuñada por la Asesoría de Paz y Convivencia de la Alcaldía de Medellín, en la
década de los noventa.