RESEÑA HISTÓRICA DE LOS "PACTOS" EN LA CIUDAD DE MEDELLÍN.
1 Los Pactos como los conflictos, no son negativos en sí mismos, lo cuestionable es la forma como se gestionan.
1 Los Pactos como los conflictos, no son negativos en sí mismos, lo cuestionable es la forma como se gestionan.
En qué consistían.
Los Pactos hacen parte de los Métodos Pacíficos para Transformar los Conflictos –MPTC-, que buscan antes que culpables, la gestión pacífica del conflicto, por medio de preservar la comunicación y la elección consensuada de procedimientos justos para resolver las confrontaciones. Los Pactos no son negociaciones de paz, que no pretenden indultar o amnistiar a sus actores, son acuerdos puntuales que buscan lograr el primer mandamiento de la convivencia: no matarás, o la paz negativa, como la denomina John Paul Lederach.
En la década de los 90 las Administraciones de Medellín y Bello, en consideración al mandato constitucional que le obliga a los gobiernos a velar por la vida de los ciudadanos, ofreció un servicio de resolver pacíficamente los conflictos a los jóvenes con voluntad de paz, en el entendido que era más fácil pactar la vida que negociar la paz. Básicamente era una válvula de escape que evitó la explosión de guerras urbanas mayores y permitió a la vez, que los jóvenes se empoderaran de las bondades de la comunicación, el respeto por el otro y el acatamiento de los acuerdos.
Marco socio-jurídico.
En Colombia hay una práctica excluyente relacionada con las formas alternativas de resolver los conflictos como son la mediación o la negociación, consistente en que estos métodos solo les son ofrecidos por el gobierno central, que es quien tiene la potestad legal para ello, a los grupos que se les considera que su actuar criminal están impulsados por móviles políticos, bien sean de izquierda (guerrilla) y de derecha (paramilitares) y que representan, de alguna manera, riesgos reales o aparente para desestabilizar los gobiernos. Los que se acogen a esas formas de resolver los conflictos, tienen unos beneficios jurídicos, políticos y sociales.
Se excluye de dichos métodos a la delincuencia “común” o delincuencia “social”, la cual, a pesar de expresar su voluntad de paz con hechos, propuestas e iniciativas, se les responde con todo el rigor del sistema penal, representado en organismos de seguridad corruptos, poder judicial colapsado y politizado y un sistema penitenciario obsoleto y antiresocializador. Así las cosas, los jóvenes de las comunas populares de Medellín que eran usados por los paramilitares y la guerrilla urbana para cometer delitos, no participaban de los beneficios a la hora de enfrentar el sistema penal, a no ser que se hicieran pasar por guerrilleros o paramilitares en los procesos de paz a que éstos se acogían, como de hecho paso y sigue pasando.
Lo anterior le tocó vivirlo a la ciudad de Medellín a comienzos de los años noventa, cuando el Gobierno Nacional adelantó en la ciudad un proceso de negociación con las Milicias Populares. La forma de resolución del conflicto ofrecida por estos grupos a través de la negociación, se derivaba del hecho de que el Estado les reconocía estatus político. Ello excluía a los demás jóvenes de grupos en conflicto, peyorativamente llamados delincuentes comunes, que tenían voluntad de resolver sus enfrentamientos pacíficamente. Igual suerte de exclusión sufrían cuando los narcotraficantes se sometían a la justicia y negociaban las penas con el Estado.
Todo indicaba que la delincuencia común no tenía ningún ideario político ni nada que negociar con el Estado y menos que podían ser actores de convivencia en sus barrios, pero descubrimos que los jóvenes de los barrios que se enfrentan en conflictos barriales, les asiste un gran amor por su barrio y sus gentes, que conocían como nadie sus comunas y tenían un gran sentido de pertenencia barrial. Así las cosas, los Pactos apelaban a ese reconocimiento que los jóvenes tenían por su barrio para que promovieran actos de paz que condujeran a parar las guerras entre ellos y aprovechar así todo lo colateral que ello supone.
En la década de los años noventa la administración Ramos Boteros (1992-93-94), fue consciente de lo anterior, remarcado entre otros por dos hechos importantes en la ciudad: el fallido desenlace de la negociación con las Milicias Populares y la entrega del Cartel de Medellín, que dejaba en la ciudad más de 400 bandas armadas, integradas por 10 mil jóvenes enzarzados en una lucha territorial sin precedentes en la ciudad. Para atender lo anterior, y en consideración a que por parte de algunos de los jóvenes integrantes de bandas o de combos, había la intención de parar la guerra, la Administración Ramos Botero, creó un mecanismo local para atender dicha demanda y fue así como nacieron los Pactos de Convivencia.
Luego, en la Administración Naranjo Pérez(1995-96-97), se incluyó dentro del Plan Integral de Seguridad el concepto de convivencia, que a partir de ese momento se llamaría Plan Integral de Seguridad y Convivencia, al que se le asignó el programa de Resolución Pacífica de Conflictos, dentro del cual el Municipio tenía que:
«reconocer los diferentes conflictos que enfrentan de manera violenta la comunidad e intervenir en ellos como facilitador y/o mediador, formulando estrategias que permitan la convivencia ciudadana para el fortalecimiento del Estado social de derecho”.
La Asesoría de Paz y Convivencia, con su equipo interdisciplinario, era la encargada de llevar a cabo los Pactos de Convivencia.
En el Municipio de Bello, en la Administración de Suarez Mira, se trabajo intensamente esta figura de los Pactos de Convivencia conjuntamente con la Administración de Medellín, y producto de ello se desarrollaron los programas de Reconciliación en el penal de Bellavista y de “Fronteras de Convivencia” en la zona limítrofe de los dos municipios en los límites del Barrio París y Picachito.
Los Pactos de Convivencia luego pasaron a llamarse Pactos de no agresión en la Administración de Gómez Martínez 1997-98-99, concepto que parece más ajustado a su finalidad.
En la administración de Luis Pérez, la Asesoría de Paz y Convivencia desapareció y con ella los Pactos.
Metodología.
En los Pactos los Gobiernos locales, hacían las veces de facilitador en la salida pacífica al conflicto urbano armado que estaba desangrando la ciudad. Puntualmente, cuando se le pedía el Gobierno Local hacía las veces de mediador, pero por regla general este papel lo hacían las comunidades del barrio, representadas por los líderes, los presidentes de las acciones comunales o el cura de la Parroquia, acompañados por la Alcaldía, representada por la Asesoría de Paz y Convivencia.
Los Pactos surtían sus efectos cuando se consensuaba el acuerdo de no agresión y sus primeros resultados eran parar la guerra, y consecuentemente se acordaba el respeto a la vida de los actores del conflicto y a las comunidades vecinas, la libertad de desplazamiento por las zonas objeto del Pacto y recurrir a los mediadores en caso que surgieran inconvenientes en el desarrollo de los acuerdos.
Posteriormente, entre todos (Gobierno local, comunidades, jóvenes, ONG), se daba inicio a otra etapa metodológica que era la del acompañamiento al Pacto, que llevaría a la consolidación del proceso, esto es, a una “paz positiva”, sinónimo de oportunidades y desarrollo humano, opciones de empleo, educación entre otros, que condujeran a una verdadera transformación. Como se puede ver el Pacto hace parte de una metodología que hay que agotar, de no hacerlo se pueden dar unos resultados contradictorios.
Los Pactos entre otros, daban la oportunidad de atender desde las Administraciones Locales un gran número de jóvenes que hacían parte de la banda, pero no tenían requerimientos judiciales, que se denominaron jóvenes al margen del Estado, por no estar escolarizados, sin trabajo y muchos de ellos vivían fuera de sus hogares por culpa de la guerra. Había así mismo una minoría al margen de la ley, que pedía que el Estado les reconociera una rebaja de pena por su contribución a la paz barrial al momento de ser judicializados, esto último se le propuso al Gobierno Nacional y a la Fiscalía Regional, en varias oportunidades pero jamás hubo una respuesta.
Hay que reconocer que los Pactos se hicieron en momentos donde los índices de criminalidad de la ciudad andaban por los 400 homicidios por cada 100 mil habitantes, corriendo todo tipo de riesgos y que la metodología que se estaba empezando a implementar, de la cual dependían los Pactos, necesitaba ajustes y evaluación para poder llegar a su finalidad última: que la realidad de la diversidad humana, fuese personal, orgánica o social, no estuviera sometida a ningún poder de criminalización. (Walton, Taylor y Young).
Algunos ejemplos de la década de los 90.
Los Pactos se empezaron a implementar en el Barrio Antioquia, en la administración de Ramos Botero. Lucia González, entonces Directora de la Corporación Presencia Colombo Suiza, que participo en el proceso de acompañamiento a los Pactos del Barrio Antioquia, en una video conferencia en la Universidad de Medellín en 1997, daba el siguiente testimonio acerca del los resultados de dicho Pacto:
“No sé qué hubiera pasado si hace tres años en vez de llegar a entender y plantear soluciones para 120 jóvenes de bandas que se desmovilizaron, hubiéramos llegado a recluirlos a la cárcel. Creo que finalmente estarían casi todos afuera, otros muertos y sus familias frustradas y sus familias sin haber logrado hacer ningún proceso de interiorización de lo que significa vivir en paz. Hoy en día la mayoría de esos muchachos de las bandas son los mismos muchachos líderes de los procesos de paz. Cuando se presenta un conflicto se angustian y muestran el terror que sienten de volver a situaciones de violencia como las que vivieron. Quiere decir que en tres años hemos logrado educar esos jóvenes, integrarlos en la sociedad, elevarles su autoestima, hacerlos sentir que pueden aportarle a la sociedad y podemos decir que el Barrio Antioquia como un ejemplo, lleva tres años de convivencia pacífica donde se reconstruyen modos de vida.”
Luego, en la administración de Naranjo Pérez los Pactos se extendieron por muchos barrios de la ciudad, especialmente en la zona noroccidental de Medellín y en el Municipio de Bello, teniendo en el barrio París y la cárcel de Bellavista su máximo desarrollo, cuando desde dicho penal se hizo una propuesta de reconciliación para toda el Área Metropolitana del Valle de Aburra, que beneficiaba a los 10 penales y a mas de 3 millones de habitantes.
Este proceso, producto de innumerables Pactos en Medellín y Bello lo registro la Revista Semana, con titular en portada de su edición 940, de mayo 8-15 de 2000, que decía:
“MEDELLÍN: la paz de las pandillas”. Y en sus páginas interiores entre la 26 y la 32, se lee en gran titular: “La Paz de Verdad”. “Las bandas que sembraron el terror en la década de los 90 en Medellín adelantaron un ejemplar proceso de reconciliación que ha logrado disminuir la criminalidad en la capital paisa”.
En la página 27 de dicho informe, Semana muestra una tabla de homicidios de Medicina Legal titulada “Las cifras de la muerte”, donde se puede ver el descenso de 402 homicidios por cada 100 mil habitantes en 1991 a 202 en 1999. Al costado de dicha tabla se lee:
“Los barrios marginales de la ciudad de Medellín, vivieron en los 90 una época de terror que dejó más de 60.000 muertos. Desde que se inició el proceso de reconciliación, esas estadísticas de la muerte se han reducido en una tercera parte”.
En la Alcaldía de Gómez Martínez se realizaron innumerables Pactos de no Agresión que pararon las confrontaciones entre grupos juveniles contribuyendo a la convivencia ciudadana en Medellín y el Área Metropolitana del Valle de Aburrá.
Varios de estos jóvenes representantes de Pactos, viajaron a los EEUU en un programa apoyado por la Gobernación de Antioquia (2.000) para formarse y graduarse en la cultura de la Noviolencia de Martin Luther King.
Los Pactos a pesar de los riesgos que supone llevarlos adelante, hubo instituciones y barrios a finales de los noventa que siguieron en esta práctica por los resultados que se obtenían de cara a la preservación de la vida. Todo iba en un proceso de aprendizaje colectivo, hasta que en el 2001 los narcoparapolíticos, por apostarle al “proceso de paz” con el Presidente Uribe, decidieron tomarse a sangre y fuego el barrio París, el último barrio donde se llevaba adelante Pactos. Todos tuvimos que salir, unos con vida…otros la perdieron…y los que se quedaron la tuvieron que negociar. (Noticia que recogió el periódico el Tiempo el 6 de mayo de 2001, en la página 1-16, bajo el título: “Paras quieren mandar en París” y el diario el Colombiano el Lunes 9 de Junio del 2001, que titula en su primera página: “Barrio París: van 82 muertos este año”.
Hoy después de muchos años, vuelve a hablarse de los Pactos en la ciudad de Medellín, con más detractores que defensores, pero a los que nos toco vivir de cerca los horrores de la guerra urbana de la ciudad de Medellín en la década de los noventa, reconocemos en los Pactos su gran aporte en cuanto a la preservación de la vida y echamos de menos no haber podido consolidar la metodología, en aquel momento, que permitiera ver el conflicto transformado pacíficamente. Hay que reconocer que fue un instrumento local de convivencia ciudadana que se quedó a medio camino, de todos modos, a muchos años y kilómetros de distancia de aquella experiencia, pienso que los pactos como los conflictos, no son negativos en sí mismos, lo cuestionable es la forma como se gestionan.
1 Este artículo está dedicada a todos los jóvenes que por haber soñado con la paz, ya no están. Q.E.P.D.