viernes, 11 de diciembre de 2009

EL CUARTO DE HORA DE LA SEGURIDAD...

El concepto “para”, viene del trabajo que en paralelo hacen personas o grupos de personas, para apoyar la labor que oficialmente desempeñan otras personas o instituciones en busca de un objetivo común. Normalmente el que hace el trabajo de “para” es la persona no titulada que le ayuda al profesional del oficio hacer su tarea, por ejemplo el para-medico, normalmente es el enfermero, el estudiante con niveles avanzados en la actividad medica que ayuda al médico titular ha realizar su labor. Pero también existe el lado oscuro de ser “para”, cuando se usan medios ilegales a favor de un fin legal, como es el caso de Colombia donde encontramos los para-militares, personas o grupos de personas que usando medios ilícitos como los asesinatos, desapariciones, masacres, entre otros, “ayudan” a los militares y policías a dar la seguridad que es incapaz de proveer el Estado, según los paramilitares, a causa de una falta política de exterminio frontal contra los grupos insurgentes que hay en el país, en especial las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. Esa “seguridad”, provenientes de grupos paramilitares se llama paraseguridad.

El Gobierno del Presidente Uribe que tiene como primera herramienta de política pública la Seguridad Democrática, llevó a cabo un proceso de paz con los paramilitares, donde se negoció la no extradición de los capos de estas organizaciones, ya infiltradas desde tiempo atrás por el narcotráfico, a cambio de la desmovilización de sus ejércitos privados, con ello el gobierno debería recuperar el control de la seguridad en las ciudades y zonas donde los narcoparamilitares se desmovilizaren.

En un primer momento el país empezó a vivir un cambio, la Seguridad Democrática por medio de dicha negociación comenzó a mostrar resultados a la baja en indicadores de violencia y criminalidad, según cifras oficiales. Toda hacía pensar que de verdad el Estado había recuperado el monopolio de la seguridad armada sin ningún intermediario. Pero producto de la extradición a los EE.UU., de los jefes de dicha negociación y del incumplimiento de parte de los acuerdos, según los extraditados, la inseguridad regresa al país, en especial a las ciudades. Las estadísticas se disparan, los análisis se multiplican y el llamado a asumir responsabilidades está a la orden del día.

Es mi opinión el gobierno no supo aprovechar el cuarto de hora que le dio la negociación con los narcoparamilitares para recuperar de una vez por todas el manejo de la seguridad desde la legalidad. Los procesos de paz entre otras cosas le dan a la democracia un respiro para ajustar temas que en el pasado no venían funcionando bien y que por culpa de la guerra no se podían intervenir. Ese cese al fuego paz negativa como la llama J.Galtung, que es el primer mandamiento de la paz, pues se traduce en “no mataras”, le permite al Estado no preocuparse, de momento, por aquello que era su día a día, la seguridad de sus ciudadanos, la vida, y le posibilita avanzar en la búsqueda de la paz positiva, o sea en la construcción de oportunidades en igualdad de condiciones superando las exclusiones y fortaleciendo las comunidades. En suma, es construir las condiciones donde quepa, cómodamente, el proceso de paz en curso y con ellos los nuevos ciudadanos reinsertados.

Lo anterior no se supo aprovechar, a nivel nacional el tema de la parapolítica hizo pasar a un segundo plano el cumplimiento de los acuerdos firmados por el gobierno nacional y los jefes paramilitares; y en lo local, los Alcaldes, en algunos casos, se regodearon pensando que esa seguridad era producto de su gestión local y se dedicaron a embellecer las ciudades, que no esta mal, pero se olvidaron de construir convivencia ciudadana que es la sabia que alimenta todas las seguridades.

La Seguridad Democrática producto del proceso de paz, vuelve a estar en manos de los “paras”. La paraseguridad, vuelve a dirigir la dinámica de las ciudades, en manos de jóvenes más formados en temas de criminalidad, pues se han reciclado del modus operandi de los carteles de los noventa y de los paramilitares del 2000, y han hecho una mixtura diabólica poco común. La nueva generación de la violencia urbana sabe de la guerra y de la paz, pues se han fortalecido en las negociaciones y en este campo conocen como nadie las debilidades y fortalezas del Estado. Hoy día hacen uso de tecnologías de punta para su actividad delictiva: las ordenes ya no se dan por el “busca” sino por el mágico blachberry, de los dólares pasaron a los euros, de la Moto Yamaha 125, a la Toyota con blindaje 5, del tres ocho al fusil de asalta israelí con “silencio”. El “negocio“ se ha diversificado, del asesinato y los robos de carros por encargo o la venta de droga en el barrio, se ha pasado a la intervención directa de los comercios informales, seguridad privada, transporte, juegos de azar, relaciones con los altos cargos policiales, militares y políticos, que dan sus réditos criminales.

En el caso de la ciudad de Medellín, los efectos de no haber aprovechado el cuarto de hora que dio a la ciudad el proceso de paz llevado adelante con el Cacique Nutibara de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), para la consolidación de un nuevo concepto de la seguridad ciudadana que avanzara hacia al seguridad humana, no solo parece que se perdió el cuarto de hora, sino siete años, pues según el último reporte del Instituto Popular de Capacitación -IPC- :

“En materia de derechos humanos, el año 2009 deja para la ciudad de Medellín un balance desolador según datos del Instituto Popular de Capacitación (IPC): se incrementaron los homicidios en más de un 80%; aumentaron los casos de desplazamiento forzado intraurbano; las denuncias sobre reclutamiento forzado de menores de edad fueron la constante y, en términos generales, se presentó un fuerte deterioro de la vida comunitaria, barrial y al interior de las instituciones educativas”.

“Las cifra de personas asesinadas podría superar las 2.100, igualando así la cifra de 2.002 que se situó en 2.012”
. (Fuente elmercuriodigital, 10-12-2009).

Este es el momento para que la ciudad en cabeza de su Alcalde, conocedor como ninguno de los secretos de la ciudad, reinvente un nuevo concepto de seguridad basado en la participación y el respeto a los Derechos Humanos.

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